¿QUÉ ES Y PARA QUÉ SIRVE LA FORMACIÓN AFECTIVA?

QUÉ ES Y PARA QUÉ SIRVE LA FORMACIÓN AFECTIVA

 

La mayoría de interpretaciones sobre la Formación Afectiva coinciden en que es necesaria para mantener una saludable interacción, relación, vinculación con nosotros mismos y con los demás. Sin embargo, por carecer de una clara significación práctica, -y por otras razones mucho más profundas- se le termina dando poca o ninguna importancia.

 

Ahora bien, en temas afectivos nunca se podrá decir la última palabra. El Mundo Afectivo es un mundo dinámico que sorprende a diario. No obstante, sí es posible adentrarse en sus profundidades y comprender en algo su funcionamiento.

 

Una de las ventajas de la Formación Afectiva, radica en que no se construye a partir de verdades absolutas o dogmas preestablecidos. Es más bien una cuestión que se desarrolla en el día a día, en las prácticas diarias, en las interacciones diarias, en los sentires diarios.

 

Es una cuestión que necesita mantenerse en permanente evolución; que puede ser alimentada por diferentes conciencias, saberes y experiencias. Es una cuestión que nos compete a todas y todos como parte de esta especie y de esta sociedad.

 

Bien, sin más preámbulo, te compartiremos un poco de lo aprendido sobre esta vital cuestión.

 

Como bien lo indica su nombre, la Formación Afectiva tiene el propósito de Formar. Es decir, darle forma, moldear, estimular el desarrollo, la evolución, el crecimiento de, tal vez, la dimensión más definitiva de nuestro ser, de nuestra mente; la dimensión Afectiva.

 

Esa dimensión que nos permite sentir, sentirnos, sentir al otro y con el otro, que nos inhibe o nos motiva a hacer, que nos lleva a experimentar afectos sublimes y afectos ruines, que nos facilita o dificulta la relación con nosotros mismos y con los demás.

 

La Formación Afectiva se constituye en uno de los muchos procesos que deben hacer parte de la existencia humana, y que son necesarios para mantenernos en permanente evolución.

 

Específicamente es un proceso mediante el cual es posible el desarrollo de Habilidades que nos permiten vivir y convivir con sentido, con bienestar, en armonía. Habilidades que nos permiten llegar a convertirnos en Talentosos para interactuar con nosotros mismos y con los demás.

 

Es un proceso que puede tener inicio pero no fin. Es un proceso cuya eficacia depende de componentes como la Voluntad, el Conocimiento y por supuesto la Práctica, práctica y práctica.

 

Los mismos componentes necesarios para desarrollar cualquier Habilidad:

 

Querer (voluntad)

Saber (conocimiento)

Hacer (práctica)

 

La Formación Afectiva favorece el desarrollo de Habilidades que nos permiten darle forma a nuestros Afectos (emociones, sentimientos, actitudes, valores, principios).

 

Así es, nuestros afectos necesitan ser formados. A la fugaz cita con la vida venimos con una forma física definida, sin embargo, no ocurre lo mismo con nuestros afectos. A éstos, los definen casi en su totalidad el entorno en el que crecemos, muy en especial el entorno familiar.

 

El entorno en el que crecemos, determina qué tipo de mente tendremos; si una mente equilibrada y en permanente evolución o una mente trastornada y limitada.

 

Por esta razón resulta tan crucial la Formación Afectiva en la Crianza. La Crianza puede convertirse en la oportunidad perfecta, para mejorar el desarrollo de Habilidades y desarrollar nuevas Habilidades, que nos permitan desempeñarnos con destreza en el rol de madres-padres y en la vida misma.

 

Pues si queremos Formar Afectivamente a nuestros hijos, es necesario aplicar lo que la sabiduría popular predica, pero poco se aplica; “la mejor forma de formar es con el ejemplo”.

 

Dentro del infinito universo de las Habilidades; los Procesos de Formación Afectiva tienen el propósito de contribuir, con el desarrollo de Habilidades Afectivas Humanizadoras.

 

Las Habilidades Afectivas Humanizadoras configuran, forman nuestros afectos.

 

Esto quiere decir que gracias a éstas Habilidades, podemos y/o podríamos contar con la Voluntad para:

 

Suavizar, controlar, pacificar, calibrar y equilibrar nuestras emociones para que no  desborden nuestro sentir. Es decir, que la calma no renuncie a nuestra esencia cuando la ira intente enceguecer nuestro ser, que la serenidad y la fortaleza no nos abandonen ante el miedo, que la moderación no permita la experimentación del placer como adicción, que la tristeza no opaque nuestro optimismo, que la alegría con sus matices acompañe nuestro caminar. (Gobernarnos).

 

Comprender por qué somos como somos. Por qué sentimos, pensamos y actuamos de una forma determinada. Saber con mayor precisión qué queremos, qué podemos, qué sabemos, qué podríamos llegar a ser. Habituarnos a observarnos; observar lo que creemos, sentimos y hacemos, observar la forma en que interactuamos con nosotros mismos y con los demás. Mantener despierta la conciencia para captar las señales que nos ayudan a interpretarnos mejor, a re-flexionarnos mejor, a experimentar mejor, a intuir mejor, a sentirnos mejor.(Comprendernos).

 

Ser capaces de vivir cada momento, cada instante, cada segundo, conscientes de lo efímera que es nuestra cita con la vida. Conscientes de la inmensa oportunidad que significa estar vivos y del poco tiempo que tenemos para aprovecharla. En consecuencia con esto; gestionar nuestro tiempo y atención de modo tal, que logremos enfocar nuestra mente  para dedicar la brevedad de la vida a construir, crear, aportar, cooperar, amar y a todo aquello que genere bienestar. Manteniendo siempre una actitud paciente y diligente; que nos permita  Creer y Hacer, para poder Ser y Crecer(Enfocar nuestra atención en la constructiva creación).

 

Aprender a ser más considerados con nosotros mismos. Experimentar un genuino aprecio por lo que somos, seguridad por lo que podemos llegar a ser. Confianza y fortaleza para enfrentar los diferentes desafíos que se puedan presentar. Humildad y objetividad para reconocer nuestros errores y aciertos; aprender las lecciones que nos dejan los primeros y disfrutar con mesura la satisfacción de los segundos. Cuidar nuestro ser, nuestra mente, nuestra conciencia; de vínculos, afectos y prácticas destructivas.(Valorarnos).

 

Comprender a los demás, percibir sus circunstancias, conectarse con sus creencias y prácticas, intuir sus formas de sentir la vida. Aprender a rodearnos adecuadamente. Leer la intención de toda persona que esté cerca a nuestro radar. Elegir con quien vincularnos y de quien tomar distancia cuando sea necesario. Comprender que cada ser humano es el resultado de un entorno en el que creció, de una serie de grupos con los que se relacionó (familia, escuela, trabajo, amigos, etc.) y por ende, es necesario interpretar su mundo teniendo en cuenta su dimensión social. Ser capaces de captar y discernir qué tipo de sentires, saberes y quehaceres fundamentan los grupos de los cuales hacemos parte o de los que quisiéramos participar. (Comprender  a los demás).

 

Estimar a los demás por lo que son, por las enseñanzas que le aportan a nuestras vidas. Permitirnos apreciar la colectividad humana en toda su esencia, para evaluarla lo más objetivamente posible. Ocuparnos de aportarle al otro y a los otros a partir de nuestras posibilidades y habilidades. Propiciar cuidado y bienestar a nuestro entorno relacional. (Valorar a los demás).

 

Aprender a sentir que el sentir se constituye en una de las partes más significativas del vivir. Aprender a conectarnos con el sentir del otro para interpretarlo sin que medien las palabras, tan sólo a partir de discernir  su sentir. Sensibilizar nuestro ser, para que aprenda a comprender al otro, sintiendo junto al otro y con el otro. Descifrar el Lenguaje Afectivo, para tener la posibilidad de leer el mundo no sólo a través de nuestro propio sentir, sino también, del sentir ajeno. (Empatía).

 

Habilitar en nuestra mente conscientemente, el hábito de sentir antes de actuar, pensar antes de hablar, hacer antes de creer ser. Comunicarnos con nuestro entorno sin lastimar de forma intencional. Lograr que nuestras palabras expresen con precisión nuestro sentir y pensar con respecto al otro y a los otros; sin que este ejercicio se impregne de intenciones destructivas, que puedan dañar la Integridad Afectiva de los demás. Gestionar nuestras interacciones  de tal manera, que nazca  la palabra adecuada, del modo adecuado, en el momento adecuado. Que nuestras apreciaciones sobre el otro, se conviertan en una contribución para su construcción de sí mismo. (Asertividad).

 

¿Qué piensas de todo lo que acabas de leer? Suena bonito, verdad.

 

Lo que no resulta tan bonito, -teniendo en cuenta nuestra naturaleza hedonista- es el tener que esforzarnos, incomodarnos  y trabajar a diario para trascender la retórica y Vivir la Práctica.

 

La siempre bien agradecida práctica, generadora de Hábitos Afectivos que nos permiten vivir y convivir en paz, en un predominante Estado de Bienestar.

 

Creemos que con Voluntad, Conocimiento y Práctica, es posible Formar para Transformar.

 

No en todos los casos, ni en todos los entornos por supuesto; esta no es la panacea para todos los males que aquejan nuestro Mundo Afectivo y social.

 

Pero lo cierto, es que cuanto antes empecemos, más posibilidades tendremos de contribuir con la Formación Afectiva de las futuras generaciones. Si tienes hijos(as) o si en algún momento piensas tenerlos, comprenderás a qué nos referimos.

 

Ya está bien de ver pasar la vida en caos personal, familiar y social pasivamente; de escuchar y aceptar sin reparo, que “esta es una generación perdida y la que viene también.”

 

Ya está bien de vivir vidas descoloridas dominadas por tiranos internos, incapaces de comprender que el autentico Estado de Bienestar, no tiene nada que ver con cuestiones politiqueras o económicas; sino con compromisos intrínsecos, que nos motiven a  mantenernos efectuando un permanente Proceso de Formación Afectiva, con el propósito de Crecer como Seres Humanos.

 

No es fácil, pero es posible. ¿Tú qué crees?

Publicado el 12 febrero, 2015 en FORMACIÓN AFECTIVA, Sin categoría y etiquetado en , , , , . Guarda el enlace permanente. Deja un comentario.

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